Mi encuentro con Liber Forti

Desde el inicio fue peculiar. Para concretar una entrevista me sirvió poco o nada decir que soy periodista de un medio conocido en Cochabamba, pues Liber Forti se mostró reacio; pero cuando mencioné que era nieta de Corina Altamirano (su hermana tupiceña del alma), todo cambió.

Y es que para hablar de Liber Forti y el teatro es imposible hacerlo alejado de Tupiza, ya que una  experiencia de más de 50 años y el legado de Nuevos Horizontes desde sus raíces en Los Chichas, siguen haciendo historia en el arte de las tablas.

Tiene 93 años y parece de 27, desde que lo vi su energía me cautivó. Rodeado de libros, textos y decenas de papeles, era amo y señor de su centro de poder: un escritorio con una notebook donde parecía planear su vida entera.

Empezamos a conversar a propósito del Día Mundial del Teatro, seguimos hablando de teatro  y terminamos hablando de teatro, simplemente porque es su más grande pasión, claro, junto a su entrañable amor Ana, cómplice y compañera de aventuras cuyo recuerdo aún mantiene vivo a pesar del tiempo que murió.

Mientras lo veía y escuchaba absorta sus historias y la vehemencia con que proyectaba sus sueños, fue inevitable preguntarme, ¿cómo un hombre puede amar tanto la vida?

Podría decir que el cáncer que le fue detectado hace más dos años es una razón, pero no es toda la respuesta, pues el secreto de Liber Forti ha sido entregarse plenamente a cada día, cada momento, cada desafío. Una travesía donde los sacrificios fueron sepultados por las gratificaciones recibidas.

Mortificarse con los errores y con aquello que no se puede cambiar, no está en las acciones de un hombre que confiesa respirar con el corazón. “Siempre traté de sentir más y pensar menos”, me confesó en su intento de explicar aquello que para muchos es inalcanzable en la verdad factual: vivir, vivir y seguir viviendo, sin importar las vicisitudes del día y sin postergar nada.

Al final, este encuentro que se desarrolló entre momentos disentidos de lucidez y desvarío, me deja más de dos frases y las historias narradas por el propio “maestro Liber Forti”; me deja la certeza de que es un hombre sabio y apasionado, porque puede pasar el tiempo quitándole el último aliento a la vida.

“Estoy enamorado de la vida, la soledad y la libertad” (Liber Forti).

Por: Fabiola Chambi
Comunicadora Social

Visto en El Sureño

EL EPISODIO DE TAMBILLOS EN LA GUERRA DEL PACÍFICO, respuesta al comentario de...



Sr. Christián McVoy  Santander:

Con todo respeto, el equivocado en los datos sobre el episodio de Tambillos es Ud. Datos que son una tergiversada y vieja versión esgrimida por la falaz historiografía chilena sobre los distintos pasajes de la Guerra del Pacífico, intentando justificar el despojo alevoso que hicieron de los territorios bolivianos y peruanos los ingleses, utilizando como su brazo armado a los araucanos. Historia falaz que es impartida a los chilenos en las escuelas, colegios, institutos y universidades.  Enseñanza que viene a ser un peligro latente para todos sus vecinos, ya que sustenta peligrosamente la doctrina internacional expansionista mapochina, apoyada en nuestros días por el imperio y sus angurrientos aliados. Dicha doctrina argumenta cínicamente: LA VICTORIA DA DERECHOS; pero, en el criterio ecuánime de la comunidad internacional y de los pueblos victimas de su rapiña, tenemos conciencia de que ello no les da derecho a falsificar la historia.

Aceptar su versión pro chilena en éste y, posiblemente, en otros temas relativos a la Contienda del Pacífico, sería perder la perspectiva histórica. Cómo creer en historiadores que argumentan, por ejemplo: “que Bolivia nunca tuvo mar” (tesis falsaria creada y sostenida originalmente por el chileno Miguel Amunátegui en su libro publicado en 1863, intitulado La cuestión de límites entre Chile y Bolivia, dejando en el tintero que desde los tiempos inmemoriales del Tahuantinsuyo, Kollasuyo, Nueva Toledo, Real audiencia de Charcas y Alto Perú, el Litoral arrebatado perteneció siempre al territorio que ahora se llama Bolivia; o, la falacia “histórica y documentada” del trasandino Benjamín Vicuña Mackena  que, refiriéndose a la ocupación de Antofagasta, inventa que “la noticia de la invasión llegó a La Paz mediante telegrama”, acusando infundadamente al presidente boliviano H. Daza. Cuando en aquel tiempo  en  Bolivia, únicamente había telégrafo en la localidad sureña de Tupiza, lindante con la república Argentina. Éste y otros infundios se encuentran en el libro titulado Guerra del Pacífico (1881) del autor chileno citado. Ni qué decir de las argucias “documentadas” de sus memorialistas alegadas impúdicamente por la cancillería chilena, respecto al dominio y rapacería de las aguas del Lauca o del Silala, correspondientes a Bolivia.

La escuela historiográfica chilena, representada por Ríos Gallardo, Jaime Eyzaguirre,  Espinoza Moraga, Vicuña Mackena, Francisco  Encina, el truculento Augusto Pinochet  y otros “célebres historiadores contemporáneos”, siguen los pasos del gran fabulador araucano Miguel Amunátegui, en desmedro de la honorabilidad y credibilidad del país trasandino. Las versiones “históricas” chilenas, caen en pedazos porque tropiezan con cuantiosos e incontrastables documentos, leyes, mapas, escrituras, títulos y otros que refutan sus artificiosos y falsificados argumentos.

Cuando Ud. sostiene que estoy equivocado respecto a los datos numéricos del sitio de Tambillo, es decir, que no fueron 600 chilenos denominados los Cazadores del Desierto que enfrentaron a los 70 Francotiradores bolivianos, sino un pelotón de 23 infantes bisoños pertenecientes a los Granaderos a Caballo, me niego a darle fe por los antecedentes fácticos e históricos explicados sucintamente ut supra y, por los testimonios y documentación boliviana existente. Al respecto, Ud. afirma en un segmento de su comentario “…  Con esto no desmerezco el triunfo boliviano, si no que doy las cifras exactas, además corroborados por los dos partes de batalla de los oficiales al mando de ambas fuerzas adversarias.” (el subrayado es mío). En cuanto a esta aventurada afirmación, debo decirle respetuosamente y en honor a la verdad, que en ningún lugar del Parte de Guerra del Cnel. Rufino Carrasco, redactado en Toconao en diciembre de 1879, corrobora las cifras que Ud. audazmente sustenta. Al parecer, Ud. se apuntala en una documentación de un Consejo de Guerra chileno instaurado contra el Teniente Emilio Ferreira en abril de 1880, en el que dolosamente se trastocan las cifras y acaecimientos de Tambillo, intentando justificar con una serie de sofismas la derrota araucana.

Por otra parte, resulta inverosímil que los chilenos aliados y financiados por la poderosa Inglaterra  en esta guerra de rapiña, sólo hayan poseído 20 balas por hombre y carabinas de pésima calidad en la batalla de Tambillo. Es archiconocido y documentado por varias publicaciones extranjeras y nacionales de aquella época que, las tropas chilenas, estaban pertrechadas con las armas más sofisticadas de aquel tiempo, además de contar con apropiados casimires ingleses y suficientes municiones y vituallas, aparte de estar apoyados logísticamente por innúmeros oficiales ingleses.

En cambio los soldados bolivianos, sufrían carencias en la alimentación, en los vestidos y en la conducción, contando para las diferentes batallas -en la mayoría de los casos- con armamento vetusto de todos los calibres y de todas las épocas. De acuerdo a lo informado por Rufino Carrasco, compatible con la documentación existente y los testimonios bolivianos de aquel periodo, la Batalla de Tambillo, fue vencida por tan solo 70 bolivianos a más de 600 soldados chilenos denominados altaneramente los Cazadores del Desierto. Para documentarse sobre este acápite histórico desde la veraz y contestataria óptica boliviana, le aconsejo amigablemente visitar la Biblioteca del Ministerio de Defensa Nacional (en La Paz, Bolivia), efectuar una investigación de campo en Sur y Nor Chichas, a más de leer a Julio Díaz Arguedas, Ernesto Carrazana, Edgar Oblitas, Fernando Cajías, Cesáreo Aramayo, Carlos Mesa,  y otros tantos.

En lugar de entrar en una ociosa y estéril polémica, a la que no estoy dispuesto a prestarme, sería más útil y edificante que, tanto bolivianos, peruanos y chilenos, interesados en la verdadera historia, e imbuidos de un genuino espíritu investigador, viajemos a nuestros distintos países para cotejar, debatir  y aprender sobre los pormenores históricos de la Guerra del Pacífico de 1879.

Sin otro particular, le saludo cordialmente.

José Franz Medrano Solares

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